Jefes potiguaras, entre portugueses y neerlandeses, 1633-1695

Autor(es): Ronald J. Raminelli

Resumen: En la historia de Pernambuco, Felipe Camarão ocupa un lugar de honra en el panteón de los restauradores y en la memoria nativista. Desde el Seiscientos, los cronistas no se cansaron de enumerar sus cualidades de muy fiel vasallo, valeroso capitán, fervoroso cristiano y devoto de Nuestra Señora. Loreto Couto, exponente de las letras pernambucanas, no escatimó elogios al guerrero indígena, que “para rebatir los ataques, para entrar en las batallas, antes se fortalecía con los sacramentos que con las armas”. En las peleas se destacó de tal forma que, como reconocimiento a su lealtad, los soberanos Felipe IV de España y D. João IV de Portugal le concedieron el honroso título de caballero y comendador de la Orden de Cristo. Camarão no sobrevivió a las victorias luso-brasileñas para disfrutar la honra proveniente de sus hechos. La muerte prematura, por cierto, consolidó su áurea de héroe, de mártir de las guerras pernambucanas. Sus descendientes y compañeros de batallas, aunque sobrevivieron y presenciaron la restauración, no recibieron la recompensa señalada por los soberanos de la dinastía Braganza. Héroes y vasallos con tacha de impuros, como Henrique Dias y Diogo Pinheiro Camargo, no obtuvieron de la monarquía la confirmación de las promesas realizadas en el calor de los embates. Al terminar la guerra, la disputa por honras sería hasta tal punto exacerbada que para indios y negros las mercedes regias se convirtieron en quimera.

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