Diversiones públicas en la ciudad de México, 1920-1940

Autor(es): Eduardo Flores Clair

Resumen: Estas líneas son un resumen mínimo del gran universo del espectáculo; en la ciudad de México entre 1920 y 1940 sólo una “vista panorámica” en la que se describe brevemente la ubicación geográfica y algunas diversiones públicas de la capital. Pensamos que el espacio y tipo de diversión de los capitalinos tenía un significado determinante en los actos de la vida cotidiana y en las manüestaciones culturales de los habitantes de la ciudad. Durante la época de la revolución los espectáculos en la ciudad disminuyeron y el público se ahuyentó como las “oscuras golondrinas” del célebre poeta. Pero pasados los balazos resurgieron con gran brío las proyecciones de los cinematógrafos, representaciones escénicas, corridas de toros y eventos deportivos. Podemos aventurarnos a decir que los capitalinos -sobrevivientes de la “bola”- querían olvidar las desgracias y penurias; tal vez por ello se mostraban propensos a gozar el desenfreno, fruto de la revolución. En las calles del primer cuadro se localizaban los coliseos, centros de reunión y esparcimiento de reconocido prestigio ancestral visitados por centenares de habitantes. Pasando lista, el Teatro Principal tenía capacidad para 1302 personas y se dedicaba exclusivamente a las tandas; era considerado como la “Catedral de la Zarzuela”; su fama alcanzaba hasta los más lejanos confines del país y era visita obligada para toda la gente de provincia. Al Esperanza Iris asistían grandes contingentes de las orillas de la ciudad, razón por la cual la compañía del teatro ofrecía tranvías nocturnos con el fin de transportar sin calamidades a su clientela. El Olimpia era muy codiciado por sus amplios salones en los que se efectuaban representaciones teatrales y eventos sociales de medio pelo. El Arbeu y el Virginia Fábregas se distinguían por su “escogida y agradable” clientela. El Colón gozaba de una gran reputación por las representaciones del género frívolo y por ser la residencia de “La Gatita Blanca”. El Lírico se dedicaba exclusivamente a las revistas vernáculas o más bien pornográficas; el paisaje se completaba por cantinas, fondas y hoteles. El Hidalgo era preferido por los habitantes de los barrios del sur de la ciudad; en él se hacían representaciones dramáticas clásicas y algunas veces proyecciones del cine. El resto de los teatro eran refugio de las familias de escasos recursos y hombres solos, como por ejemplo: el Ideal, Casino, Apolo, Eslava, Alarcón, Alcázar, México, Garibaldi y el Rialto; este último se hizo célebre porque en él llegó a presentarse la internacional bailarina Ana Pawlova en funciones populares.

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