Mandamientos del virrey don Luis de Velasco sobre el repartimiento para las obras de reparación de las albarradas y calzadas de la ciudad de México

Autor(es): Rodrigo Martínez Baracs

Resumen: En 1555 la ciudad de México era un manojo de contradicciones. Se celebró el Primer Concilio Eclesiástico Mexicano, bajo el impulso del nuevo arzobispo fray Alonso de Montúfar, para sentar las bases formales de una Iglesia mexicana y desplazar de los pueblos de indios a las órdenes mendicantes (franciscanos, dominicos y agustinos). El virrey don Luis de Velasco se inclinaba por los frailes, pero temía un enfrentamiento formal con el poderoso arzobispo. Fue entonces cuando se desencadenaron las aguas, el 17 de septiembre. Tanto llovió que se interrumpieron las sesiones del Concilio Eclesiástico y la ciudad entera se inundó durante varios días. Se hizo necesario organizar obras de reconstrucción y resguardo. Para la obra, se proyectó la participación de seis mil indios de todo el valle de Mexico, pero surgió el problema de cómo pagarles, lo cual condujo al virrey a arduas negociaciones con el tacaño cabildo español de la ciudad y con las propias autoridades indígenas. Para evitar una confrontación generalizada en esta situación de crisis (y excusarse de convalidar con su presencia la promulgación de las constituciones decretadas por el Concilio Eclesiástico el 6 y 7 de noviembre de 1555), el virrey Velasco optó por retirarse discretamente y emprendió una visita de dos meses, en noviembre y diciembre, a la provincia de Mechuacan, con el propósito, por lo demás necesario, de supervisar, moderar y ordenar la aplicación del conjunto de reales cédulas y bulas que trajo a su regreso en 1554 el obispo Vasco de Quiroga, fuertemente aliado con el arzobispo Montúfar.

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