Crónicas menores. El encuentro de los refugiados españoles con México

Autor(es): Dolores Pla

Resumen: “El que no es agradecido no es bien nacido”, reza un dicho español. Y si nos atenemos a él, habría que decir que los refugiados republicanos españoles que se establecieron en México después de la Guerra Civil fueron hombres y mujeres bien nacidos. Siempre que evocan su estancia en el país que los acogió, la palabra que lo preside todo es agradecimiento, y ésta se traduce y ha traducido en actos. Y es que le deben la vida a México y a los mexicanos, a veces en un sentidp estricto y otras, porque México fue el país que les permitió trabajar, desarrollarse como individuos y como comunidad y darle un porvenir a sus hijos; fue el país que les dio respeto y reconocimiento. Para la mayoría de ellos, México fue primero una palabra mágica que empezó a recorrer el sur de Francia en los primeros meses de 1939 y que significó la esperanza en medio de la derrota y la incertidumbre, del desamparo y la persecución, del desprecio que amenazaba la vida porque destruía la dignidad. El señor José María Muriá, como muchos otros exiliados, recuerda con emoción el momento cuando el gobierno mexicano lo puso bajo su protección, entregándole un documento en el que se decía que estaba aceptado para ir a México y otro, con el que se le otorgaba una pensión: “Esto para mí tuvo un valor extraordinario y siempre, mientras viva, yo tendré el recuerdo éste, del primer contacto con México, cuando yo estaba completamente desamparado y sin patria ni nada ¿no? Tener un documento que decía: ‘Esa persona está aceptada en México y aquí tiene unos centavos para que pueda atenderse'[…] Esto es grandioso, simplemente, y nadie lo puede valorar más que el que lo ha vivido”.

[Ver documento]

Los comentarios están cerrados.