Celia Maldonado López
(1937-2025)
Siempre entusiasta, elegante y con una gran sonrisa en el rostro, muchos recordaremos a la maestra Celia Maldonado López, en sus innumerables esfuerzos por dar a conocer la historia de la Ciudad de México y muy especialmente los pormenores de la antigua villa de Tacubaya.
Celia ingresó formalmente al INAH el 16 de julio de 1962, al Departamento de Investigaciones Históricas que en aquel momento encabezaba don Wigberto Jiménez Moreno. En sus años mozos, debido a distintas encomiendas asignadas por el reconocido etnohistoriador, la investigadora participó en la redacción de las cédulas explicativas de algunos objetos que se exhibirían en las salas del Museo de la Ciudad de México, que abriría sus puertas al público en el antiguo palacio de los condes de Santiago de Calimaya en octubre de 1964. Con aquella experiencia iniciática, recorrió archivos y bibliotecas de la Ciudad de México, y muy pronto se interesó por la historia de sus monumentos civiles y religiosos, durante un lapso escasamente explorado del pasado novohispano: el siglo XVII.
Siguiendo la misma línea de investigación, fue en mayo de 1970 cuando obtuvo el título de licenciada en historia, con mención honorífica en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, con la tesis La Ciudad de México en el siglo XVII, dirigida por el siempre admirado maestro Ernesto Lemoine Villicaña. Texto que, en 1988, se publicaría con algunas modificaciones, por el patrocinio de la Secretaría General de Desarrollo Social del entonces Departamento de Distrito Federal, en una colección dedicada a aquella demarcación territorial y administrativa, hoy día renombrada como Ciudad de México.
De la historia de la expansión de la ciudad durante el siglo XVII, con sus virreyes, sus intelectuales, artistas y hombres célebres hasta por su extrañeza, así como por sus motines, inundaciones y diversiones públicas, rodeadas por palacios civiles y religiosos en sus plazas, barrios y calles, Maldonado pasó a inventariar mucho de lo que se había escrito sobre el pasado de la urbe.
Ya inscrita en el Seminario de Historia Urbana, coordinado por la Dra. Alejandra Moreno Toscano, Celia se hizo cargo de elaborar una bibliografía comentada denominada “Descripciones y crónicas mexicanas. Guías de viajeros, almanaques y calendarios”, que publicó el INAH en 1972, dentro del libro Fuentes para la historia de la ciudad de México. Bibliografía sobre desarrollo urbano y regional, México, en el número dos de la Serie Catálogos y Bibliografía de su colección Científica.
Con los estudios sobre historia económica y social, basados en largas series estadísticas tan características de la historiografía francesa que en mucho dirigía los paradigmas historiográficos del Seminario y del Departamento bajo la dirección del Dr. Enrique Florescano, muy pronto vinieron para Maldonado nuevas fuentes y nuevos temas vinculados con el devenir de la gran urbe. Primero, publicó en 1975 las Estadísticas vitales de la ciudad de México (Siglo XIX), producto de una ardua revisión de interminables series de nacimientos, matrimonios y defunciones localizadas en los libros sacramentales de más de 12 parroquias de la Ciudad de México. Enseguida, al evaluar los altos índices de mortalidad que presentaba la población durante el periodo novohispano y después nacional, concentró muchos de sus esfuerzos en analizar los efectos de las epidemias que habían azolado a la gran urbe en su historia. Vale decir que en aquellos años también desarrollaba el Seminario de Demografía Histórica, a cargo de Elsa Malvido.
De sus investigaciones sobre las epidemias —viruela, sarampión, cólera morbus, escarlatina y otras fiebres—así como algunas calamidades naturales, como los temblores de tierra de los siglos XVII y XVIII dadas a conocer en las obras colectivas del emblemático Seminario de Historia Urbana o junto con otros colegas de trabajo, como en Investigaciones sobre la historia de la ciudad de México, de 1974, Ensayo de construcción de una historia, de 1981, e Historias para temblar: 19 de septiembre de 1985, publicado tres años después del sismo que asoló la ciudad que tanto estudió, que hoy pueden descargarse en la Mediateca del INAH, seguramente el texto más terminado y también el más citado por innumerables estudiosos, fue el intitulado Ciudad de México, 1800-1860: Epidemias y Población, que tuvo su primera edición por el INAH en 1995 en su colección Divulgación y una segunda en 2003.
Sin embargo, en tanto sus pesquisas sobre las epidemias decimonónicas se preparaban para salir a prensa, en julio de 1994, en compañía de Carmen Reyna, Celia Maldonado organizó un primer encuentro que llevó por nombre Tacubaya, pasado y presente, que se realizó en las instalaciones de la Capilla de la llamada Casa Amarilla, ocupada por la Biblioteca Carlos Chávez, sede de la actual Alcaldía Miguel Hidalgo. Dos años después vino otro, ahora realizado en las instalaciones del Museo Casa de la Bola legada por Antonio Haghenbeck y de la Lama, encuentro que tuvo posteriores reediciones en 1998 y 2001 en la misma sede, a cargo de Leonor Cortina.
En 2004 el V coloquio Tacubaya, pasado y presente, se volvió a realizar, pero ahora en el sur de la ciudad, en las instalaciones de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. En 2007 la sede de los coloquios volvió a la alcaldía Miguel Hidalgo, pero desde esa fecha a las instalaciones del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, en donde se realizó el último y noveno en octubre de 2014.
Lamentablemente, sólo una parte de los resultados de aquellos coloquios se dieron a conocer en letra impresa gracias al esfuerzo de un conjunto de colegas de la Dirección de Estudios Históricos, que con el patrocinio del maestro Mariano Monterrosa, formaron la Asociación Civil Yehuetlatolli, que dio origen a la colección de libros Ahuehuete. Tuve el privilegio de colaborar en la edición de cuatro volúmenes, que salieron a la luz entre 1998 y 2005, durante ese periodo fui testigo de los esfuerzos de Celia Maldonado por dar a conocer aspectos poco conocidos y originales sobre de la historia de Tacubaya con una perspectiva raramente multidisciplinaria, puesto que en sus encuentros lo mismo convocaba a arqueólogos, arquitectos, conservadores, museógrafos, antropólogos, literatos, filósofos, sociólogos y, claro está historiadores, del INAH y otras instituciones afines.
En dichos volúmenes, denominados Tacubaya, pasado y presente, como sus coloquios, Celia nos entregó algunos trabajos sobre la vida y propiedades de la condesa de Rábago o la de Miravalle, para explicar el origen del Parque Lira o la colonia Condesa o sobre la trayectoria del arzobispo Antonio Vizarrón y Eguiarreta, constructor de la antigua casa arzobispal de Tacubaya, que ocupó el Colegio Militar o el Observatorio Nacional durante el siglo XIX, y que hoy es sede del Servicio Metereológico Nacional, el Instituto Panamericano de Geografía e Historia y la mapoteca Orozco y Berra. El problema del reparto de agua de los antiguos manantiales de Santa Fe o Chapultepec, que dieron origen a diversos conflictos para los vecinos de los barrios de Tacubaya frente a la aparición de residencias, ranchos y haciendas palaciegas o molinos de trigo durante el periodo novohispano y nacional, también fue objeto de los estudios de Maldonado, cuya historia siempre documentó en diversas fuentes de archivo y descripciones de época. Por último, la historia de algunos empresarios y sus descendientes venidos a menos como Pablo Buenavista o José Gómez Campo también fue motivo de sus indagatorias sobre la historia de algunas casas emblemáticas de Tacubaya, que explican al actual conjunto Ermita o a la misma Casa de la Bola.
No quiero cerrar estas palabra sin mencionar que, nuestra colega y compañera recién partida el 6 de abril de 2025, que incluso fue reconocida como cronista de Tacubaya, siempre se alegró de que en sus coloquios se vieran nutridos por la asistencia de investigadores noveles, cronistas, grandes especialistas y amigos entrañables, como el mismo José Emilio Pacheco y otros colegas cuyos nombres no menciono aquí por su extensión, que desde sus particulares disciplinas, miradas y fuentes siguieron desentrañando los pormenores de un espacio urbano en permanente transformación. Mucho le deben los habitantes de Tacubaya y de la Ciudad de México en su conjunto, al esfuerzo de Celia Maldonado López por investigar, difundir y conservar la memoria de sus monumentos, edificios, calles, plazas, jardines, tradiciones, costumbres, gastronomía y toda una cultura vivida y viva, en compañía de sus amigos, colegas y discípulos que siempre la extrañaremos.
Delia Salazar Anaya